sábado, 16 de agosto de 2014

HACERSE VEGANO

Hace unos años no habría podido imaginar que algún día sería vegana. Me crié en un hogar en el que además de no plantearse la opción se amaba la comida por encima de muchas otras cosas y, cuando se empezó a hablar en los medios del vegetarianismo, siempre tuvimos la sensación de que los vegetarianos debían pasar mucha hambre.

Mi padre era un hedonista de primera y su amor por la comida, de calidad y en todas sus variantes, no tenía límites (o al menos no llegó a encontrarlos nunca). Y así crió a sus hijos: todo lo probábamos y cuando las vacaciones de otros niños consistían en visitar museos o realizar cualquier otra actividad lúdica las nuestras suponían ir de tasca en tasca.

Recuerdo el día que me llevaron a Toledo por primera vez; estaba encantada ya que Toledo respondía a todas mis fantasías medievales, que eran muchas, y ansiaba perderme por sus callejuelas. Pues no pudo ser: llegamos para tomar el aperitivo, después fuimos a comer, luego a tomar helados y, a excepción de la visita obligada para adorar El Entierro del Conde Orgaz, cuando quise darme cuenta ya estábamos volviendo sin haberme extraviado por una ciudad que prometía aventuras. En aquel momento, siendo yo una niña, no lo pude entender. Aunque enseguida le cogí el tranquillo.

El Entierro del Conde Orgaz

Mis hermanos y yo hemos pasado los días libres en tascas y eran innumerables aquellas en las que, debido a la popularidad tanto de nuestro padre como de nuestro abuelo materno, disponíamos de cuenta abierta para satisfacer nuestra gula.

Por otro lado, entre otros muchos, uno de los valores que se nos inculcó desde niños fue el de amar y respetar a la naturaleza. ¡Cuántos días hemos pasado mis hermanos y yo en el monte completamente a nuestro aire! Mis padres y mis abuelos paternos tenían la costumbre de ir a pasar el día con amigos al campo a hacer paellas y parrilladas (antes esto podía hacerse) y, mientras ellos hacían cosas de adultos, a nosotros nos dejaban “sueltos” y pasábamos horas y horas, hasta que se hacía de noche, explorando. Lo cierto es que pocas cosas nos pasaron para lo que podría haber ocurrido.

Y de vez en cuando un adulto, con toda probabilidad nuestro padre o nuestro abuelo, nos acompañaban y explicaban qué era lo que nos íbamos encontrando.

La verdad es que tuvimos una infancia maravillosa.

Con el paso de los años comenzaron a llegar mascotas a nuestra casa; el primer perro, Sultán; después Cleo (una perra); Manda, Dandi, Anakin (una gata y dos gatos); y lo que nos queda.

Siempre nos encantaron los animales, todos. Las vacas, las ovejas, las cabras, las gallinas, los cerdos, los burros, los caballos, por supuesto los perros y los gatos… Los documentales de animales… Pero cuando convives con ellos todo cambia; descubres su personalidad, sus emociones, su dolor… Si eres una persona sensible es difícil mirar a otro lado.

Y entonces la comida, el filete que tienes en el plato, la salchicha del perrito, la carne de la hamburguesa, el chuletón, el solomillo, las alitas de pollo, el bonito con tomate, las sardinas a la parrilla, los calamares en su tinta… ya no son lo mismo, tienen ojos y te miran. Y esa mirada pesa en tu corazón.

Vacas en Cantabria

Personalmente llevaba años planteándome que en algún momento tendría que hacerme vegetariana, pero no quería pensar demasiado en ello pues sentía miedo de pasar hambre o de dejar de disfrutar de la comida. De modo que era algo que tenía aparcado en un lugar profundo de la mente.

Y entonces pasó algo que lo precipitó todo: mi hermano, de la noche a la mañana y sin previo aviso, se hizo vegetariano. Y no titubeó ni una vez; a pesar de las continúas críticas e interrogatorios a los que fue sometido (no desde dentro del hogar, pero sí desde fuera) y de la intolerancia y la ignorancia de muchos continuó su camino sin mirar atrás.

Y después se hizo vegano.

Circunstancias de la vida hicieron que mi hermano y yo acabásemos viviendo juntos y era muy habitual que yo cocinara para él de modo que no solo me encontré leyendo todas las etiquetas de la comida que compraba (es alucinante la cantidad de comida que lleva aditivos de origen animal entre sus componentes, comida que por su naturaleza no debería llevarlos) sino también tratando de cocinar comida sabrosa para la que yo no estaba preparada debido a mi enorme ignorancia (en mi mundo cocinar sin productos de origen animal era francamente difícil).

Porque soy una perfeccionista y adoro y adoraré siempre la cocina y la comida y no me entra en la cabeza cocinar algo que no esté rico (por lo menos, intentarlo), por muy vegano que sea, pues de entre todos los placeres del mundo el de la comida es mi favorito, comencé a perfeccionar mi estilo y, en poco tiempo, estaba preparando comida vegana y deliciosa, al principio con un poco de esfuerzo extra pero después con gran facilidad (casi siempre).

En este proceso, las miradas de los cerdos, vacas, pollos y corderos, bonitos, merluzas y sardinas que me había estado comiendo volvieron a mí, pero ya no tenía miedo de abandonarlos (o al menos no tenía tanto) debido a que había comprobado por mí misma que se puede comer vegetariano y rico, sin pasar en absoluto hambre, así que di el paso y, paulatinamente, me hice vegetariana y, posteriormente, vegana. Y aún sigo zampando y disfrutando de la comida.

Es cierto que debes contar con la incomprensión de muchos y que no siempre es fácil comprar comida. Pero acabas cogiéndole el truco.

Si te lo estás planteando en serio, no tengas miedo, es fácil y además nosotros vamos a ayudarte a cocinar bien, fácil y económico.

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