El fondo es un caldo que se emplea para elaborar otras
recetas (arroces, salsas, guisos, purés) y, si en la cocina generalista es
importante hacer buenos fondos, en la vegetariana es básico pues son la clave
de un plato bien sabroso.
No es nada difícil, resulta muy económico y además puede
congelarse con excelentes resultados por lo que es una pena no prestarle un
poco de atención al fondo que vayamos a preparar.
Sé que venden gran cantidad de caldos en brick, conozco su
éxito entre los consumidores y es una circunstancia que nunca he entendido pues
hacer un caldo, como he dicho, es muy barato, los que venden son carísimos y
nunca van a ser igual de bueno que los que hagamos en nuestra casa.
Yo jamás he comprado caldo en brick, ni antes de ser vegetariana, y
no creo que lo haga nunca. Sí, soy de esas que cuando va a casa de un amigo a
comer y le ve usar un caldo en brick secretamente le juzga ¡no puedo evitarlo!
Existe mucha literatura en torno a los caldos y fondos en la
cocina generalista, incluyendo los caldos de verduras, que son los que nos
interesan a nosotros. En mi opinión el artículo que mejor y más fácilmente
explica qué es un caldo y cómo hacerlo es el de El Comidista (Mikel Iturriaga).
Es un artículo que en su día me encantó (también por todo el
sentido del humor que desprende), pero para nosotros, los vegetarianos, es un
poco limitado por lo que procedo a daros unas pautas para elaborar buenos
caldos y fondos vegetarianos, con mucho sabor, aromas y sustancia.
Tal y como dice El Comidista en su artículo, la diferencia
entre un caldo y un fondo reside solamente en que este último no lleva sal.
¿Por qué? Porque cuando vayamos a cocinar con él lo sazonaremos al gusto, tal y
como necesitemos para el plato que vayamos a preparar. Por ejemplo, si vamos a
cocinar un arroz el caldo tendrá que ser un poco más salado que si vamos a
preparar una sopa.
RECETA BÁSICA DE CALDO DE VERDURAS
Este es el momento de dar uso a las verduras que han ido
languideciendo en casa (no a las pochas, esas van a la basura). Mi caldo básico
suele llevar cebolla, zanahoria, nabo y puerro. De ahí en adelante miro para
qué lo quiero y qué verduras corren el riesgo de acabar estropeándose en la
nevera: si tengo un pimiento un poco mustio, a la cazuela con él.
Por tanto, un caldo básico de verduras llevaría cebolla,
zanahoria, nabo y puerro. ¿Qué más se le puede poner? Pimienta, laurel, ajo, pimento, apio, tomillo, romero, perejil, cayena… Insisto, depende de para qué lo quieras. Por
ejemplo, si lo quiero para arroz seco, tipo paella, ni se me ocurre ponerle
laurel o hierbas aromáticas, pero si lo quiero para un guiso de patatas con
níscalos el laurel será imprescindible.
Aquí existe un truco básico: usa tu olfato (si no estás
acostumbrado no pasa nada, comienza a hacerlo ahora). Si dudas si echar laurel
a un caldo huele el laurel crudo mientras te imaginas qué plato vas a preparar
con ese caldo y sabrás la respuesta inmediatamente pues tu olfato en estos
casos no te engañará nunca. Y si te equivocas no pasa nada, la próxima vez te
saldrá mejor ya que la cocina muchas veces consiste en prueba y error.
Partimos las verduras en trozos. No tienen que ser ni
especialmente pequeños ni regulares pues van a desecharse cuando todo el
proceso termine y se parten única y exclusivamente para poder extraer de ellos
toda su sustancia por lo que con trozos de un centímetro de grosor será
suficiente.
Estos trozos de verduras pueden simplemente ponerse en agua
fría y cocinarlos, pero nos saldrá un caldo con muy poco sabor, muy de
“hospital”, y no lo recomiendo. Por tanto, en una cazuela grande
ponemos un chorro de aceite de oliva (ni mucho ni poco, lo justo para poder
pochar las verduras) y añadimos las verduras, que cocinaremos o bien a fuego fuerte,
sin dejar de remover, hasta que estén doradas, si buscamos que caramelicen, o bien a fuego lento si queremos que se pochen suavemente. Entonces añadimos el agua fría
(a más agua más diluidos quedarán los sabores), mantenemos el fuego a tope,
cuando hierva el agua desespumamos, bajamos el fuego al mínimo, semitapamos la
cazuela y dejamos cociendo entre treinta minutos y una hora (como, de nuevo,
dice El Comidista, una vez que la verdura de la cazuela no tenga sabor el caldo
ya está hecho y no tiene sentido seguir cociendo). Colamos y, si no es para
usar en el momento, lo dejamos enfriar. Una vez frío la grasa subirá a la
superficie y, si lo deseamos, podemos retirarla.
OTRAS RECETAS
Si queremos que nuestro caldo sea más oscuro, no quitaremos
la piel marrón de la cebolla. Si lo deseamos aún sea más oscuro y sabroso, en
el momento en que las verduras ya estén cocinadas, antes de añadir al agua, le
echamos un chorrito de salsa de soja y dejaremos que evapore.
También podemos aromatizarlo con vino blando o vino tinto,
teniendo presente que cada uno de los vinos dará un sabor característico al
caldo y que el vino tinto lo oscurecerá más. El vino se añade igual que la
salsa de soja, antes del agua, y dejamos que evapore el alcohol (de nuevo,
guiarnos por el olfato).
Si queremos un caldo todavía más oscuro y más sabroso
podemos, en lugar de saltear las verduras, asarlas en el horno hasta que se
tuesten. El caldo no solo será más oscuro y sabroso sino que las verduras
asadas le darán un toque caramelizado.
Puede ser que queráis un fondo más sofisticado, por ejemplo
para una salsa con base de cebolla, para un puré o para un plato afrancesado.
En este caso, podéis pochar las verduras en lugar de solo en aceite de oliva
también en margarina vegana (se pondría mitad de aceite y mitad de margarina) y
antes de añadir el agua verter brandy generosamente y flambear. Le da un je ne sais quoi al caldo.
Si buscamos un caldo con más cuerpo del habitual podemos
añadirle garbanzos. ¿Cómo? El día de antes de la preparación del caldo ponemos
los garbanzos en remojo. No hará falta poner muchos, con dos puñados generosos
será suficiente para un caldo de uno a dos litros de agua. Cuando el agua esté
hirviendo añadimos los garbanzos, pasada una hora retiramos las verduras y
seguimos cocinando hasta que los garbanzos estén listos.
Estos garbanzos son perfectamente utilizables y pueden, por
ejemplo, freírse.
Para caldos que van a ser usados en sopas orientales recomiendo todo lo contrario a lo que dicho hasta ahora pues
buscamos un caldo suave y muy sencillo: un poco de cebolla, un poco de puerro y
no pochar las verduras sino añadirlas directamente en el agua fría. Una opción
es incluir un poco de shiitake seco, pero teniendo en cuenta que dará sabor y
color y a veces esto no es lo deseable (guiarse por el instinto, que todos
tenemos y que se desarrolla mediante la práctica).
Si queremos hacerlo aún mejor y elaborar dashi vegetal (caldo japonés) para, por ejemplo, una sopa miso, no encontraremos ningún problema dado que es sencillo, rápido y bastante económico. Para prepararlo necesitaremos shiitake seco y alga kombu, dependiendo la cantidad de ambos ingredientes de lo sabroso que deseemos el caldo, teniendo presente que el dashi tiene un sabor muy fino y sutil.
Para preparar el dashi se siguen técnicas un tanto diferentes que las empleadas para nuestros caldos tradicionales. Pondremos el shiitake y el kombu a remojo unas horas, cuando estén hidratados se vierten en una cazuela con agua fría y se lleva a ebullición a fuego lento, se elimina el alga, se desespuma, se deja el shiitake unos minutos más y se cuela el caldo.
El shiitake y el kombu son reutilizables.
Si queremos hacerlo aún mejor y elaborar dashi vegetal (caldo japonés) para, por ejemplo, una sopa miso, no encontraremos ningún problema dado que es sencillo, rápido y bastante económico. Para prepararlo necesitaremos shiitake seco y alga kombu, dependiendo la cantidad de ambos ingredientes de lo sabroso que deseemos el caldo, teniendo presente que el dashi tiene un sabor muy fino y sutil.
Para preparar el dashi se siguen técnicas un tanto diferentes que las empleadas para nuestros caldos tradicionales. Pondremos el shiitake y el kombu a remojo unas horas, cuando estén hidratados se vierten en una cazuela con agua fría y se lleva a ebullición a fuego lento, se elimina el alga, se desespuma, se deja el shiitake unos minutos más y se cuela el caldo.
El shiitake y el kombu son reutilizables.
CONGELAR EL CALDO
El caldo debe estar completamente frío y congela
perfectamente en bolsas de congelación, a poder ser con la menor cantidad de
aire posible en su interior.
La cantidad a congelar dependerá de las personas que viváis
en la casa y la medida suele ser de unos 300 ml por persona para no quedarnos cortos. En este sentido,
no me complico: congelo siempre en raciones individuales de 300 ml y así cuando lo necesito no me afectará el número de comensales.
Otra alternativa muy útil es congelar parte del caldo en
bolsitas para hacer hielos pues en muchas recetas se te pide una pequeñísima
cantidad (sobre todo para salsas) y así solo tendrás que cortar la porción de
la bolsa que vayas a necesitar.
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