Soy vegana desde hace
relativamente poco tiempo y, como se dice en ¿Qué mierda comen los veganos?, en
realidad uno no pasa de ser carnívoro a ser vegano sino que el veganismo supone un
proceso, un camino de perfeccionamiento que no acaba nunca.
En realidad yo llevaba muchos
años pensando en ello; el pensamiento iba y venía, pero lo tenía guardado en
aquel lugar en el que almacenamos aquello en lo que no queremos pensar. Pero mi
hermano fue mucho más valiente y, sin avisar, de la noche a la mañana
(literalmente), se hizo vegetariano y, después, vegano. Y a mí ya no me fue
posible seguir mirando a otro lado.
Recuerdo el instante en el
que supe sin lugar a dudas que acabaría siendo vegana, me estaba comiendo una deliciosa codorniz
asada al horno y, cuando la miré, vi al animal, no la comida, y lo supe. Es
curioso porque en aquel mismo instante la persona con la comía estaba taladrándome con un discurso acerca del sinsentido del vegetarianismo, pero con cada una
de sus palabras yo, internamente, me convencía cada vez más de que era algo que
me iba a ocurrir. Aún así, tardé unos cuantos meses más y finalmente di el paso.