Me encantan los garbanzos. No puedo decir que sea mi legumbre favorita porque es imposible elegir una (sería como elegir un color favorito o una canción favorita... algo que nunca he entendido cómo la gente puede hacer), pero los adoro. Y sobre todo me encantan porque el garbanzo, con diferencia, es la legumbre con más registros: potaje, ensalada, fritos, humus, falafel...
El falafel me chifla y además es muy sencillo de preparar. Se puede comer en pan de pita, en tortilla mexicana, en pan de molde, como un clásico bocadillo ibérico, en hamburguesa... o sencillamente solo. En este caso opté por tortilla mexicana porque no tenía otra cosa.
INGREDIENTES (para 4 personas):
500 gr. de garbanzos
1 cebolla
1 puñado grande de perefil fresco picado
1 puñado grande de cilantro fresco picado
3 dientes de ajo
2 cucharaditas de cominos
1 cucharada de bicarbonato
Sal, pimienta y cayena al gusto
Agua
Tal vez pan rallado (para espesar si hace falta)
Aceite de oliva virgen extra para freír
Para el acompañamiento:
Unas hojas de lechuga (al gusto)
2 tomates
Cebolleta (la parte verde también)
100 - 150 gr. de nata de soja o de yogurt natural de soja sin azúcar
1/2 limón
Sal
Pimienta
Tahina (de venta en grandes superficies, herbolarios o tiendas orientales)
Si lo desea, el pan que vayas a usar para montar el emparedado
Deja los garbanzos en remojo 8 horas.
Antes de ponerte con el falafel prepara el acompañamiento. En un cuento mezcla la nata o el yogurt con el zumo del limón, añade la parte verde de la cebolleta muy picadita y salpimienta al gusto (esta es la salsa que acompañará).
Pica la lechuga, el tomate y la cebolleta y reserva.
Si te vas a preparar emparedados unta el pan por dentro con un poco de tahina (un poco, que es fuerte) e incorpora la lechuga, la cebolleta y el tomate.
Escurre los garbanzos y reserva el agua. Tritura los garbanzos, la cebolla, los ajos, el perejil y el cilantro, junto con el bicarbonato, los cominos, la sal, la pimienta y la cayena, usando la batidora y si te parece que la pasta queda demasiado espesa añade un poquito del agua de los garbanzos (poco a poco, que corres el riesgo de pasarte).
Todo debe quedar bien triturado o corres el riesgo de que el falafel acabe pareciéndose más a un Ferrero Rocher (es verídico, a mí me ha pasado).
Descubrirás que la mezcla huele de maravilla.
Deja que todo repose al menos 30 minutos (si es toda una noche todavía mejor).
Toquetea un poco la masa y si ves que es poco consistente le puedes añadir un poco de pan rallado, pero de poco en poco, para que el falafel no quede pastoso: solo lo justo para poder manejarlo.
En una sartén honda pon el aceite a calentar y, cuando esté muy caliente (al menos 180ºC) ve añadiendo el falafel. ¿Cómo? Coge una pequeña cantidad (como una cucharada), dale forma esférica y luego la aplastas un poco arriba y abajo (sí, en La tierra hay "arriba y abajo", esto no es "El Juego de Ender") de modo que sea casi como una hamburguesita. Fríe por ambos lados hasta que esté dorado y, al sacarlo, pósalo sobre papel secante.
En el pan añade el falafel y sazona con la salsa de nata o de yogurt.
Como en casa ya estamos en plan fusión total (antes era una purista pero ser vegana no me ha dejado más alternativa), a veces al falafel le pongo también mostaza o pepinillo picadito. Incluso a veces salsa HP. Déjate llevar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario