Este es un blog que desde sus inicios ha versado sobre
veganismo y protección animal, pero también es la única plataforma de la que
dispongo para lanzar mis ideas al mundo. No es que me lea mucha gente, tampoco
es que yo haga mucho por ser leída…
En esta ocasión voy a hacer una excepción.
Hoy he asistido al entierro de alguien a quien quería muchísimo,
alguien cuya mano siempre encontré en mis peores momentos, y de nuevo el
culpable ha sido el tabaco.
Siento que las tabaqueras y todos aquellos que se lucran de
un modo u otro del tabaco me deben mucho, me deben vidas. Me deben dolor,
lágrimas, tristeza, angustia… Y todavía acabarán debiéndome mucho más porque
aún hoy otros a los que quiero fuman.
Tengo 38 años, los suficientes para saber que soy en muchos aspectos una inocente empedernida y además muy consciente, una estúpida con una visión simplista del mundo, que tiende a verlo en blanco o negro, pero si yo tuviera en mis bolsillos dinero del tabaco me quemaría en las manos, me daría vergüenza gastarlo. ¿Lucrarse a cambio de la (mala) salud de otros? ¿De generar un vicio que acaba con vidas? ¿De destrozar familias? No podría soportarme a mí misma, no podría soportar mi propia existencia. Y sin embargo hay por ahí gente suelta que mantiene su estatus a cambio de comerciar con un producto nocivo que enferma y mata a la gente, una droga terrible que puede llegar a causar una muerte lenta, agónica y atroz.
Tengo 38 años, los suficientes para saber que soy en muchos aspectos una inocente empedernida y además muy consciente, una estúpida con una visión simplista del mundo, que tiende a verlo en blanco o negro, pero si yo tuviera en mis bolsillos dinero del tabaco me quemaría en las manos, me daría vergüenza gastarlo. ¿Lucrarse a cambio de la (mala) salud de otros? ¿De generar un vicio que acaba con vidas? ¿De destrozar familias? No podría soportarme a mí misma, no podría soportar mi propia existencia. Y sin embargo hay por ahí gente suelta que mantiene su estatus a cambio de comerciar con un producto nocivo que enferma y mata a la gente, una droga terrible que puede llegar a causar una muerte lenta, agónica y atroz.
Y aún
así los fumadores no pueden dejar de fumar, aún los enfermos, aún aquellos que
han visto enfermar y morir a otros, no pueden dejarlo.
Nuestros gobiernos no solo lo permiten sino que se lucran
de dinero manchado de sangre.
Yo conocí a una mujer que era una Valquiria, altiva, activa,
arrolladora, sin miedo de nada… y el tabaco la convirtió en un saco de huesos
incapaz de valerse por sí mismo y roto de dolor. Su personalidad sencillamente se esfumó mucho antes de que su vida lo hiciera. Aún así esta mujer estuvo fumando casi
hasta el final de su vida, no podía parar. Pero eso no es visible en la
sociedad.
En las campañas de lucha contra el cáncer (sí, cáncer) lo
que normalmente se suele mostrar es a una mujer con un pañuelo rosa en la cabeza (y
sin aspecto enfermizo) que acaba de superar un cáncer de mama, una luchadora
optimista que vence una batalla, y, con todos mis respetos, son anuncios que me
tocan las narices porque, como excombatiente en una guerra que se perdió, me hacen
sentir sola. Los que mueren también existen y sus familias y amigos existimos.
Perdonadme, hoy estoy llena de rabia. Hoy estoy muy triste.
Cuando uno está enfermo tiene que ser optimista y hacer todo
lo posible por salir adelante, pero existe otra realidad, la de las guerras que
no pueden ganarse, la de la gente que muere, y ocultarla no beneficia en la
lucha contra el tabaquismo.
Esa idea casi generalizada que los fumadores me repiten
tanto y que me pone de los nervios de que hay gente que fuma que no tiene
cáncer de pulmón y gente con cáncer de pulmón que no fuma es demencial. ¡Por
dios! Es una obviedad. Pero los números, benditos números, no engañan: “más
de 50.000 personas mueren en España cada año a causa del tabaco y, de ellas,
más de 20.000 son víctimas de un cáncer de pulmón. Del 100% de los tumores pulmonares que se
diagnostican sólo el 25 % se pueden operar; 1 de cada 4 porque son grandes o
afectan a estructuras dentro del tórax que la cirugía no puede extirpar.
Del 25 % que
se opera sólo el 25 % vive más de cinco años. La supervivencia global del
carcinoma broncogémico está en torno al 10 – 12 % de los pacientes que se
diagnostican.”
Esas son las
cifras.
¿Y la realidad
más allá de las cifras? Una persona con cáncer de pulmón difícilmente saldrá
adelante (o saldrá adelante difícilmente).
El cáncer de pulmón no duele, maldito, por lo que, cuando se detecta,
normalmente ya está extendido. A veces eso significa la muerte y a veces se
puede dar cierta batalla a la enfermedad. Muchas veces los oncólogos te venden
la idea de que la enfermedad puede cronificarse, pero un cáncer de pulmón
dilatado en el tiempo no es como tener VIH o asma, no, no. Tú puedes tener VIH
o asma y llevar una vida completamente normal, pero no te engañes, por mucho
que un médico diga que el cáncer de pulmón puede cronificarse la vida del
enfermo será de todo menos normal.
Por un lado
tenemos la quimio y la radio, que son literalmente veneno con efectos
secundarios letales y que además destrozan el sistema inmunitario. Es decir, si
la quimio se recibe de manera puntual realmente se atraviesa el proceso y
después el paciente puede continuar con su vida, pero si el cáncer es crónico
significa que el paciente recibirá ese tratamiento para siempre y que,
finalmente, si el cáncer no acaba con él lo hará la quimio. Un cáncer crónico
es equivalente a una quimio indefinida. Callejón sin salida.
Si el paciente
tiene la suerte de que le detecten el tumor a tiempo y este está en una zona accesible será operado, pero lo
que ningún médico le contará al principio del proceso es que esa operación solo
será la primera de muchas que tendrá que ir sufriendo de manera periódica hasta
que su cuerpo no pueda más. Y aún así la enfermedad siempre, siempre, acaba
extendiéndose a otras partes del cuerpo. El cáncer de pulmón siempre gana.
En todo ese
proceso las capacidades del paciente van mermando tan lentamente que nadie se
da cuenta, como la famosa rana en el agua, hasta que la persona deja de ser
quien era y así perderse a sí mismo para siempre, incluso antes de morir. Es una prisión tanto para el
enfermo como para sus seres queridos.
Esto genera
lógicamente sufrimiento, no solo físico sino también psicológico, en el
paciente, pero también en aquellos que le quieren. Podría dar un montón de
detalles dramáticos, morbosos, podría escribir un libro, haceros llorar
conmigo, contaros anécdotas que os pondrían los pelos de punta, podría
compartir con vosotros experiencias vitales que os harían reflexionar y tal vez
llegar a la conclusión de que de algún modo un tanto rudimentario he llegado a ser una mujer
sabia… pero eso no me interesa, paso del drama y la sabiduría es una gran mentira; en todo caso, si no me queda
más remedio, siempre elegiré una tragicomedia.
Tanto el paciente como sus seres queridos son irrelevantes, son números que se
vienen a sumar a la lista de la gente o bien muerta o bien con el corazón roto,
puntitos en el océano de la vida.
Tampoco me
dirijo a los adictos al tabaco. Sé de sobra que es casi imposible haceros
entrar en razón, a pesar de todos los horrores de los que podáis ser testigos,
y yo jamás estaré en vuestra contra, todo lo contrario: siempre que un fumador
necesite ayuda en su lucha contra el tabaco podrá contar conmigo. Me criaron
dos fumadores empedernidos así que puedo decir que os quiero; y porque os
quiero os digo, sin piedad, que vuestro vicio es una enfermedad que os daña a vosotros y a aquellos que os quieren.
Mi dedo señala
a las tabaqueras y a los gobiernos que no solo permiten sino que se lucran del
tabaquismo. Sin ir más lejos, L&M a mí me debe mucho, muchísimo, tanto que
no podría compensarme con dinero. Tal vez me conformaría con el corazón de su
consejero delegado siempre que me lo sirvieran en una bandeja de plata... mejor
pensado no ¿para qué quiero el corazón de alguien que no siente compasión o
empatía, de un monstruo sin escrúpulos?
Marlboro,
Winston, Camel, Chesterfield, Lucky Strike, Ducados, Nobel, Fortuna, Coronas, Pall Mall…
¡Vergüenza!
Y el enganche
no solo es a la nicotina; el tabaco tiene añadidas otras sustancias que también
son adictivas. Es decir, las tabaqueras, conscientemente, incluyen en el tabaco
otros componentes para que la adicción sea mayor y así ganar más dinero a costa
de la salud de la gente.
¿A
cuántos velatorios más tendré que ir por causa del tabaco? ¿A cuántos
entierros? ¿Cuántas coronas de flores tendré que comprar? ¿Cuántos pañuelos
tendré que gastar secando mis lágrimas? ¿O las de otros? ¿Cuántos abrazos de
consuelo tendré que dar? ¿O recibir? Y siempre me iré con la misma sensación de
vacío, de indefensión, de injusticia frente a un problema causado por grandes
empresas que se lucran del vicio, de la enfermedad y de la muerte de personas y
del dolor de sus seres queridos.
¿Dónde están los responsables?
Es
demencial que esto pase, demencial que los gobiernos no solo lo permitan sino
que se lucren de ello, demencial que no existan campañas para informar de la
situación tal cual, demencial que la gente no se revele contra ello.
Me
revelo, me revelo y me revelo contra el tabaco, pataleo contra el tabaco, grito
contra el tabaco y, sobre todo, contra aquellos que lo comercializan. Digo “no”
al tabaco.
Estoy muy
cansada, tengo el corazón cansado, y además llevo dos días sin dormir así que,
con vuestro permiso, voy a tumbarme un rato, a ver si consigo quitarme de la
cabeza este horror.
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