En el programa "Esto me suena" liderado por Ciudadano García en las tardes de Radio Nacional de España tienen un apartado para que los oyentes dejen su opinión acerca de lo que sea.
La semana pasada escuché la queja de una señora que decía que Madrid es una ciudad infestada de cacas de perro y que no se podía andar por la calle por la cantidad de cacas que hay.
Este es un tema que se repite tanto que ha acabado convirtiéndose en una leyenda urbana que casi todo el mundo da por cierta sin ni siquiera plantearse si responde o no a la realidad cuando, evidentemente, no lo hace.
No soy una hipócrita y estoy dispuesta a reconocer la realidad, pero lo que no pienso permitir es que se den por ciertas afirmaciones que de ningún modo responden a la verdad, por muy extendidas que estén.
Evidentemente en mis afirmaciones me refiero a la ciudad de Madrid, que es la que yo conozco en profundidad, cuyas calles, parques y rincones me son completamente familiares, como el propio salón de mi casa; en definitiva, es la ciudad que me pateo junto a Cleo, mi perra.
Madrid no es una ciudad limpia y, por tanto, se puede afirmar que los madrileños no somos personas limpias (no solo los que tenemos perro sino todos, TODOS). He sido testigo de conversaciones en las que la gente se quejaba de los perros, lo que es muy fácil, mientras tiraban las colillas de sus cigarros al suelo.
Al menos todos debemos estar de acuerdo en una cosa: un perro no puede recoger sus propias cacas.
Es cierto que algunos compañeros humanos de perros son sucísimos y no recogen ni una sola caca (alguna gente joven y mucha gente mayor), mucho más en parques que en calles pero, en realidad, aunque puedes encontrarte alguna caca de perro lo cierto es que la leyenda urbana dice que son minas casi imposibles de esquivar cuando el hecho es que son casos muy puntuales. La verdad, la pura la verdad, la que muy poca gente quiere asumir, es que la mayoría de los acompañantes de perros recogen las cacas. Yo recojo las cacas y mis amigos perrunos también (excepto una, por más que se lo diga).
¿Y qué pasa con las cacas humanas? Porque hay una realidad de la que nadie habla pero que está ahí, en la calle. Madrid está llena de cacas humanas. En estos casos lo que nos resulta más fácil es pensar que se trata de caca de indigente, pero mi experiencia pateándome las calles de mi ciudad es que es raro encontrarte cacas de indigente y que, además, los sin techo suelen hacer sus necesidades en rincones muy específicos.
No, yo me refiero a la caca de gente como tú y como yo, con su casa, su trabajo o su jubilación, con su familia, con su grupo de amigos, gente que queda para ver partidos de futbol o que se toma las uvas en Nochevieja...
Muchas veces yo he sido testigo de esas deposiciones: un señor mayor haciendo caca en un parque, detrás de un pequeño arbusto que apenas le cubría, una señora poniendo a su hijo pequeño a cagar en medio de una plaza... y ninguno de ellos recogió la mina. ¿Esas cacas no molestan tanto? Porque si a mí me pusieran una pistola en la sien y me obligaran a elegir entre untarme en la cara una caca de ser humano desconocido o de perro desconocido elegiría la del perro sin dudarlo.
Por no hablar de la basura. Los perros no echan basura, pero los seres humanos sí. Y del mismo modo que las cacas de perro en realidad no son minas inesquivables la basura sí lo es: envoltorios de plástico o de papel, colillas, mecheros, chicles, folletos, salvaslip o tampones, pañales, condones, cristales, latas, botellas de plástico, bolsas, comida, comida y más comida (muchísima comida)... En lugar de andar como zombies por su ciudad párense a mirar y verán que lo que digo es cierto.
Como compañera fiel de una perra me desagrada enormemente que la gente no recoja las cacas de sus perros, pero me desagradan mucho más los plásticos, la comida putrefacta, los chicles...
En lugar de centrar nuestro odio (o más bien nuestra ignorancia) hacia los pobres perros, que despiertan enormes e inexplicables antipatías entre la gente (además normalmente entre gente venida del campo), deberíamos asumir que entre todos formamos una ciudad sucia.
Destrozamos fuentes, farolas, bancos (en serio, había un banco de piedra en mi barrio que fue aniquilado con un mazo), canastas de baloncesto, árboles (ya he tenido que salvar unos cuantos de las patadas de los desaprensivos), césped... y lo llenamos todo de basura (incluso las cáscaras de pipas, queridos amigos, son basura). ¿Cuánto molestan los perros?
Me gustaría conocer a esa mujer que llamó al programa de Ciudadano García y seguirla para ver cuánta mierda tira al suelo.
En el parque de al lado de mi casa una vez se lió una monumental porque un perro tocó con la boca la pelota de un niño. No hizo nada, solo la tocó, no la rompió, ni se la llevó, ni la babeó, tan solo la rozó con su mini hociquito (era un perro toy) y el abuelo del niño la lió tan enormemente que la cosa acabó en los juzgados, con agresión a la compañera del perro de por medio.
El argumento del abuelo del niño era que el perro había tocado la pelota con la boca y después el niño podía chuparla. ¿En serio? Una pelota que antes estuvo rodando por el barro, entre basura... y al abuelo le preocupaba que el niño la chupase después de que la hubiera tocado un perro. Creo que ha llegado el momento de que aquel que tenga dos dedos de frente reflexione (aunque encontrar esos dos dedos de frente no será cosa fácil).
Otra vez un jardinero me regañó porque mi anterior perro pisara el césped. Yo llevaba unas botazas de montaña enormes, de esas que pesan y se clavan en el suelo, y mi perro solo sus patitas descalzas, pero al jardinero le molestó que mi perro pisara el césped, no yo. De verdad que la gente no puede ser más gilipollas.
Tengo vecinos que sé que odian a mi perra, pero a nadie le molestó que ahuyentara a base de ladridos a unos ladrones que trataban de robar en la casa de enfrente a la mía. O pienso en las señoras del parque que se quejan de que vaya con mi perra, pero que no se quejaron el día que ella y yo, juntas y en equipo, obligáramos a salir en estampida a un tío / armario - empotrado que estaba masturbándose delante de unos niños muy pequeños.
A nadie atrapado bajo unos escombros le molesta que le salve un perro, o que sean ellos los que se encarguen de buscar bombas. Pero mejor que no paseen por nuestras calles o por nuestros parques.
Sin contar, por supuesto, con la cantidad de personas que, sin venir a cuento, me han amenazado a mí (o a muchos conocidos míos) con matar a nuestros perros ("un día me voy a bajar una escopeta y le voy a dar un tiro a tu perro"). Eso lo tenemos que aguantar un día sí y otro también. Incluso una vez un señor se cambió de acera para tener a mi perra a tiro de su muleta y le lanzó un golpe que, por supuesto, yo esquivé.
O la de veces que un completo desconocido se te acerca gritándote ya desde lo lejos diciéndote que ates a tu perro cuando en la ciudad de Madrid está permitido que el perro ande suelto a determinadas horas (Ordenanza Municipal de Tenencia de Animales Domésticos).
Lo más exagerado que me ha pasado en este sentido no fue en Madrid sino en Suances. Estábamos mi perra y yo paseando por la ría (Ría San Martín de la Arena) y desde el otro lado de la ría, que debe medir de una orilla a otra unos 60 metros, un hombre comenzó a gritarme. Evidentemente no le oí bien así que agucé el oído porque, como es lógico, pensé que le pasaba algo y que necesitaba ayuda, pero no, me estaba gritando "ata a tu perro" (eran las 8 de la mañana y en la ría no había ni un alma salvo nosotras). ¿Por qué? ¿Por qué esa animadversión hacia un animal al que le debemos tantísimo?
A veces te tocan tanto las narices que saltas. Recuerdo el día que un señor mayor amenazó de muerte a la perrita de una amiga. Dijo "le voy a dar tal patada que la voy a matar y después qué. Nadie va a hacerme nada por matar a un perro". Fue más de lo que pude soportar y lo que le contesté no puede ser reproducido, pero se cayó la boca, se marchó sin decir ni mu y nunca más volvió a meterse con nosotras. Es que todo tiene un límite y a veces a los demás se les olvida que nuestros perros son miembros de nuestra familia y que metiéndote con ellos te metes con nosotros.
Incluso un desconocido, que estaba gordísimo, me paró por la calle para decirme que mi perro estaba gordo. "Gordo eres tú", le contesté (me lo puso a huevo), porque si te metes con mi perro te metes conmigo.
El perro fue el primer animal doméstico, hace ya 15.000 años, además es muy probable que al principio fuera por su propia voluntad, con afán de cooperación, y desde el principio de nuestra historia común nos ha brindado su ayuda. Para ser honestos, no habríamos llegado tan lejos sin ellos y ahora parece que no hay sitio en nuestra sociedad para un animal que cooperó para crearla.
Y nosotros, en general, nos hemos aprovechado de su necesidad de vivir en manada, como animal social y que se desarrolla dentro de una jerarquía, en muchos casos tratándoles verdaderamente mal.
Mi perra no solo me da su compañía y su amor incondicional, sino que cuida de mí, de mi hogar y de los míos. De entre todos los seres vivos que forman mi círculo de confianza no hay nadie en quien confíe más ni de cuyo amor esté más segura. Por tanto mi responsabilidad hacia ella es enorme.
Así que sí, las cacas de los perros son verdaderamente un problema nacional.
Quiero dejaros aquí un corto, ya muy antiguo, que refleja con gran sensibilidad y realismo cuál es nuestra relación con el perro y la del perro con nosotros.
Yo conozco el goce de correr entre los árboles junto a un perro y que te mire así, con esa mirada que los que tenemos perro tan bien conocemos, que expresa amor, lealtad, deseo de satisfacer... nobleza.
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