sábado, 30 de mayo de 2015

TARTA DE CEREZAS, NUECES Y VAINILLA



Cada día que pasa me parezco más a mi madre, en algunas cosas.

Mi madre no tenía espíritu de ama de casa; de hecho, sin tener yo mucho más que ella sí que me adapto mejor a la idea de "ama de casa". En realidad, siempre me la imaginé más como pintora, escultora o como cualquier otra clase de artista plástica.

Con esto no quiero decir que no fuera una buena ama de casa; era muy buena. Mis hermanos y yo siempre estábamos atendidos, nos alimentamos muy bien y vivíamos en un entorno limpio y protegido. Es solo que no le gustaba, simplemente.

Ella siempre disfrutó mucho más jugando con nosotros que "atendiendo el hogar" y la verdad es que como compañera de juegos era muy divertida.

Nada que ver con su madre que, aunque también era una buena compañera de juegos, disfrutaba mucho siendo ama de casa: atender el hogar, cocinar, cuidar de la gente...

La semana pasada mi tío y yo coincidimos acatarrados y un día, charlando, él me comentaba que sin madre ya nadie cuida de ti cuando estás malo y me eché a reír. Le dije "mi madre no era como la tuya"; cuando yo estaba mala me atendía algo (cuando me veía muy muy mal) pero básicamente tenía que buscarme la vida. No era la mejor cuidadora del mundo, vaya, ni nunca fue su intención. Su valor estaba en otros detalles, que la hacían maravillosa.

Cuando pienso en esas madres que ora sobreprotegen a sus hijos ora les minan la autoestima y las comparo con mi madre, que fomentó nuestra independencia, no puedo dejar de dar las gracias, visto lo visto (mis hermanos y yo somos de lo más cuerdo que me he echado a la cara).

Esto lo cuento porque no le gustaba nada cocinar. Nada. Nada de nada. Esto muchas veces la gente lo interpreta como que cocinaba mal, pero no, cocinaba bien, no todo, solo lo que le apetecía y cuando le apetecía (el resto de las veces salía del paso). Y elegía siempre el momento menos indicado.

La mañana de año nuevo comíamos sobras y ni siquiera se preparaba una mesa decente; cuando te levantabas atacabas la nevera. Y lo mismo con otros días de fiesta. Sin embargo podía entrarle la inspiración cualquier día no relevante y, al volver del colegio, te encontrabas una comida de gala, sin venir a cuento. Eran sorpresas maravillosas.

Eso me ha pasado hoy a mí. Al levantarme no tenía ni idea de que acabaría haciendo una tarta de cerezas, nueces y vainilla. De hecho, al levantarme estaba convencida de que haría el cambio de armario para el calor, pero no, no he hecho el cambio de armario, no he barrido, ni limpiado el polvo, no he puesto lavadoras... mi casa está hecha un asco y tengo en la nevera una maravilla de tarta.

Espero las picotas todos los años con ansiedad. Las que no tienen rabito, las gordotas, rojas y jugosas picotas que, ahora mismo, están a 9 € el kg.. ¡Una barbaridad! El precio irá bajando pero aún así es una fruta carísima.

Mi frutero de confianza tenía unas picotas buenísimas y compré un kilo, me comí 250 gr. y los otros 750 han estado dando vueltas en lo más profundo de mi mente hasta que la idea ha surgido esta misma mañana. ¡Una tarta!

Y no es una tarta barata porque lleva más o menos 7 € de picotas y 3 € de vainilla, más el resto de ingredientes, etc.. Pero merece la pena. Si te gustan estas cosas.

Ingredientes (para un molde de 28 cm.):

Para la masa:
680 gr. de harina de trigo normal
220 gr. de azúcar
300 gr. de margarina
100 ml. de agua
2 pellizcos de sal

Para el relleno:
750 gr. de picotas
2 puñados de nueces
una vaina de vainilla
1 cucharada de azúcar
1 cucharada de margarina

Quítales los huesos a las picotas y no los tires; bien limpios sirven para hacer saquitos de calor (de esos que se calientan en el micro para meter en la cama en las noches frías). 1 kg. de picotas no da ni para un vaso de huesos así que hay que guardarlos todos.

Pon las picotas en un cazo junto con la vainilla y el azúcar a fuego lento y deja que se ablanden un poco (un poco) dándole vueltas de vez en cuando.


Por otro lado, pica las nueces en trocitos y ponlas a dorar en una sartén con la margarina.


Cuando ambas preparaciones estén listas, mézclalas y mételo todo en la nevera.



Le he metido un poco el chafador

Sabor increíble

En un bol mezcla todos los ingredientes de la masa. Recuerda que la margarina debe estar tan fría como te sea posible pues trabajar con ella es mucho más complicado que hacerlo con mantequilla, que tiene más cuerpo.

Esta es una masa tosca, que no tiene que quedar perfecta.



Yo he usado la amasadora pero hasta principios de este mes no la tenía y lo hacía a mano. No es una masa complicada.



Cuando la tengas envuélvela en papel transparante y a la nevera tanto tiempo como sea necesario para que esté bien fría y con cuerpo (incluso de un día para otro). Entonces, parte la masa en dos partes, una ligeramente más grande que la otra, y comienza a estirar la más grande (la otra de vuelta a la nevera).

El modo de estirar más sencillo es poner la masa entre dos láminas de papel sulfurizado, primero golpear con el rodillo para que pierda rigidez y después, con paciencia, fuerza y resistencia, estirar hasta que quede bien finita (unos 3 mm.).




Se pone entre dos láminas de papel para poder manejar bien la masa, estirarla sin que se rompa o pegue, darle la vuelta, etc.. Si no tienes papel sulfurizado puedes usar papel transparente y, si tampoco tienes, nada. Yo he hecho esta masa a pelo alguna vez y, aunque es más complicado, es posible (pero no recomendable).

Para ver cómo manejar la masa fíjate en las fotos y recuerda que esta masa es como plástelina: si te falta un trocito puedes pegar uno de otro lado y si se te parte un poco puedes ponerle un parche.

La tarta la montas así: estiras la masa más grande, que es la de debajo, la pones en el molde, a lo "dar la vuelta a la tortilla de patata" (con cuidado de pegarla bien a los bordes), la pinchas con un tenedor, metes el relleno, lo igualas, estiras la masa más pequeña, tapas la tarta, la sellas en los bordes y haces algunas aberturas en la parte de arriba para que, durante la cocción, salga el vapor.






 



Esta masa es idéntica a la de la clásica tarta de manzana irlandesa, típica de Halloween, solo que esa va rellena de manzana, canela, anis estrellado y clavo. A ambas le iría de muerte algo de ruibarbo, pero no tengo.

Se cocina a 180º y no hay que perderla de vista porque se hace volando, pero cuidado, la parte de arriba se cocina mucho antes que la de abajo y tal vez aunque parezca cocinada todavía no lo esté sino que tendrás que taparla con papel de aluminio y cocinarla un poco más.

Y ya está; a disfrutar.

Si te sobra algo de masa puedes hacer unas galletas, así tal cual o añadiéndole pepitas de chocolate, algún fruto seco tostado, frutas secas...

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