Soy del grupo de
personas a las que les toca comer en el trabajo y, la verdad, en mi caso
concreto me considero una afortunada porque no tengo una jornada partida con
dos horas inútiles en medio sino que puedo comer rápido, seguir trabajando, salir antes
y poder vivir la vida, que es lo que toca. Sin embargo me encuentro con el
inconveniente de que no me gusta comer de menú (además de que a la larga es
carísimo).
Evidentemente hay
restaurantes que me encantan, en algunos de los cuales me dan comida que yo
jamás sabría preparar en casa, y hay algunos de menú que son una auténtica
maravilla, pero acabo cansándome y necesito mi comida casera para encontrarme
bien, por lo que estoy bastante segura de que si ganara 20.000 € al mes seguiría
usando mi fiambrera. Así que todos los días en casa mientras preparamos la cena
para el día hacemos la comida para el día siguiente.
No siempre, claro. A
veces acudo a la cafetería y me como una ensalada y otra veces tiro de comida
congelada (congelada por mí). Pero generalmente es lo que toca, cocinar por la
noche para esa misma noche y para la mañana siguiente.
Hay días en que me
siento espléndida y no me importa dedicarle el tiempo que sea, aunque normalmente
busco sencillez porque me gusta disfrutar de mi tiempo y hacer mis cosas
(pasear, ver una peli, leer un libro…) y no me complico, dejando la comida más
elaborada para los fines de semana. El problema es que a mí me gusta comer, todos los días, sin excepción, y
si no como bien… todos los días, se me pone un estado de ánimo insoportable y
noto que tengo más ganas de las habituales de destruir. Dame un pastelito y
seré tu amiga; impídeme comer y tal vez te mate.
Si te pasa lo mismo y
necesitas comer bien todos los días, con el inconveniente añadido de ser vegano
(¡pide en un restaurante de menú algo vegano!), tu solución son las fiambreras
y montártelo tú mismo (esperando que puedas disponer de un microondas donde
calentar la comida, o el invierno será muy duro).
Ayer no tenía ganas de
liarme mucho así que decidí que cenaría casarecce (parecido al macarrón) con
salsa de tomate y que hoy comería lentejas, mis grandes aliadas (porque no hace
falta ponerlas en remojo, porque se cocinan rápido, porque están deliciosas y
porque alimentan muchísimo).
LENTEJAS
Tiempo: 1 hora
Las lentejas
prácticamente se hacen solas y, una vez puestas al fuego, solo tendrás que
revisar que no se quedan sin agua y, si lo deseas, añadir un sofrito al final
(lo que no es en absoluto necesario para que el resultado sea óptimo).
Ingredientes (para dos
personas):
200 gr. de lentejas
1 cebolla
1 puerro (puedes poner
solo la parte verde)
1 zanahoria
1 pimiento verde
1 nabo
1 ajo
1 patata mediana
1 hoja de laurel
Pimienta y sal
Para el sofrito:
1 pimiento choricero
1 ajo
Alguna hierba (he
usado perejil, pero podrían haber sido romero, tomillo, orégano…)
1 cucharada de
pimentón dulce
Aceite de oliva virgen
extra
Lava muy bien las
lentejas porque traen arenilla y polvo. Una vez que estén bien limpias ponlas
en una cazuela y cúbrelas con agua generosamente, porque es una legumbre que es
capaz de asimilar una gran cantidad de líquido. No obstante, prefiero quedarme
corta con el líquido e ir añadiendo poco a poco, según necesiten, porque una
legumbre excesivamente caldosa y sin cuerpo es casi un crimen.
Añade todas las
hortalizas (da igual si van enteras o en trozos), el ajo, la hoja de laurel
partida (para que desprenda mejor sus aceites) y la pimienta y ponlo todo al
fuego fuerte hasta que rompa a hervir. Cuando hierva desespuma, baja el fuego
al mínimo, semitapa y deja que todo cueza entre media hora y cuarenta minutos. Sí, las
lentejas se cuecen a la velocidad del rayo. Si vas a añadir sofrito incluye un
pimiento choricero entero para que se hidrate y retíralo pasados unos minutos
(veinte, más o menos).
Pasados esos veinte minutos retira las hortalizas. Con ellas puedes hacer un puré o también puedes partir unos trocitos y reservar para añadir a las lentejas a la hora de servir.
No tienes que prestarles
más atención que ir de vez en cuando y comprobar que no se quedan sin líquido,
nada más.
Ahora es cuando
decides si añades o no un sofrito. El sofrito le dará al potaje más sabor y
cuerpo, pero no es imprescindible y, de verdad, las lentejas pueden salir
buenísimas sin él.
Pero yo sí se lo puse.
Para preparar el
sofrito debes pelar y chafar el ajo, junto con el perejil y un poco de sal. Una
vez que lo tengas póchalo todo a fuego lento en una sartén con aceite.
Limpia el pimiento
choricero y córtalo en trocitos diminutos (o cháfalo con el mortero, pícalo con
la picadora… como prefieras). Cuando el ajo esté
pochado retira la sartén del fuego y añade el pimentón. Mézclalo todo muy bien
e incorpora el pimiento choricero; sigue mezclando. Si te quedaste corto de
agua en las lentejas añade a la sartén un poco y si, por el contrario, van bien
de líquido coge un poco con un cazo y viértelo en la sartén, todo ello para
diluir bien el sofrito y que sea fácil incorporarlo al guiso. Cuando lo tengas
bien diluido añádelo a las lentejas y mezcla tomando la cazuela entre tus
manos y haciendo que gire horizontalmente.
Pela la patata, corta
chascando en trozos de 1 cm. e incorpora también a las lentejas. Deja que todo
cueza hasta que la patata esté blanda (unos veinte minutos). Y ya está.
Es cierto que llevan
algo de tiempo, pero no necesitan mucha atención y te aseguran un plato
caliente que será la envidia de tus compañeros de trabajo.
CASARECCE CON SALSA DE
TOMATE
Tiempo: 20 minutos
Me encanta la pasta de
sémola de la marca De Cecco. No es la única que consumo pero esta me gusta mucho y además
nos ofrece mucha variedad, toda ella vegan. Anoche preparé casarecce, pero la salsa de tomate le va a todo y es muy fácil.
En algunas ocasiones
me han invitado a comer diciendo “pero qué bien que cocino” y me he encontrado
con unos espaguetis con tomate de bote, qué tristeza. Pero ¡ojo! una buena
salsa de tomate puede lograrse y, además, es una de las cosas más sencillas del
mundo.
También hay que decir
que venden algunas, ya preparadas, que están francamente bien.
Ingredientes (para dos
personas):
200 gr. de pasta
4 cucharadas de salsa
de tomate (si es casero, genial; si no, no pasa nada)
1 cebolla (la chalota le va muy bien)
1 ajo
2 ramitas de perejil
½ vaso de vino blanco
1 cayena
Pimienta
Sal
1 cucharada de aceite
de oliva virgen extra
1 cucharada de
margarina
Hace un tiempo no se
me habría ocurrido explicar cómo se cuece la pasta pero recientemente he sabido
que hay mucha gente que no sabe hacerlo así que voy a daros las instrucciones,
por si acaso.
Si vas a comerlo en el
momento cuece la pasta al final porque así estará más rica.
La pasta se cuece del
siguiente modo: pon en una cazuela amplia abundante agua a fuego fuerte y
espera a que hierva. Cuando hierva añade sal, después la pasta y no se te
ocurra bajar el fuego. La pasta debe quedar al dente
(cualquier otro punto de cocción no vale, en serio).
Una vez una mamma
me sugirió lo siguiente: a los minutos aconsejados por el fabricante réstale
uno o dos. Suele funcionar, pero no siempre; lo mejor es ir probando.
Para la salsa, pica la
cebolla y el ajo en brunoise (cubos pequeñitos) y, en una sartén amplia, pocha
con la cayena, el aceite y la margarina. Cuando estén pochados, melosos y
suaves, añade el perejil picadito y mezcla bien. ¿Huele bien, eh?
El perejil es mucho
más que un adorno; aunque sutiles, tiene sabor y aroma y, si tienes un frutero
de confianza te lo regalará cada vez que vayas a comprar.
Cuando todo esté bien
mezclado, sube el fuego a tope y vierte el vino. No dejes de remover y sigue
así hasta que el vino se evapore y, en su lugar, quede una salsita clara (así,
amigos, se empieza una salsa verde).
Ahora la salsa de tomate; échala sobre lo que ya tienes y, sin dejar de remover, ve reduciéndola hasta que se espese un poco (al gusto). Salpimienta.
Ahora la salsa de tomate; échala sobre lo que ya tienes y, sin dejar de remover, ve reduciéndola hasta que se espese un poco (al gusto). Salpimienta.
No retires la salsa
del fuego ni bajes la temperatura sino que añades la pasta y mezclas todo muy
bien.
¿CÓMO HACER SALSA DE TOMATE EN SU VERSIÓN MÁS SENCILLA?
¿CÓMO HACER SALSA DE TOMATE EN SU VERSIÓN MÁS SENCILLA?
En una fuente del
horno (si es metálica, mejor) pon un kilo de tomates y una cebolla, todo limpio
y partido en cuartos. Puedes dejar por ahí una ramita de tomillo si la tienes a mano. Añade un poco
de sal gorda por encima y baña con un chorrito de aceite de oliva virgen extra.
Precalienta el horno a
180º C y cocina todo hasta que esté dorado (nunca quemado, que amarga) y bien
pochado.
Pasa todo el contenido
de la bandeja (también lo que está pegado a ella) al vaso de la batidora y bate
generosamente.
Pruébalo. Ahora añade
azúcar (sí, la salsa de tomate lleva azúcar). Pruébalo y rectifica de todo (azúcar,
sal, aceite).
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