viernes, 9 de diciembre de 2016

Polaco: adoptar a un perro anciano

 

Polaco ha llegado a mi vida.
Y se llama Polaco como podría llamarse Platero.
Polaco es un perro viejo, muy viejo, con leishmaniosis, completamente sordo, algo ciego y bastante grandote.
Se llama Polaco porque es polaco. Desde Polonia una familia rumana se lo trajo a España y lo tuvo consigo varios años; después se volvieron a Rumania y se lo dejaron a un valenciano. El valenciano, que tenía muchos perros, tuvo un accidente que le incapacitó y sus perros acabaron en la protectora valenciana Naturaleza y Animales. En la protectora Polaco también estuvo mucho tiempo.


Es lógico que pasara tanto tiempo en la protectora: ¿Quién quiere a un perro grande, viejo y enfermo? No muchos. Yo sí. Soy una persona intrépida, no demasiado aventurera pero sí intrépida. Pienso las cosas, desde luego, las pienso y mucho, pero cuando llego a una conclusión ya no pienso más y entonces solo actúo. Actúo hasta que consigo mi objetivo y no paro hasta lograrlo.
Vi la foto de Polaco en Twitter, allí contaban su historia: un perro viejo al que no le queda mucho, que merece por fin tener un hogar donde le quieran y le cuiden. Un lugar definitivo donde termine de envejecer y, sí, muera.
Polaco tiene muchas cosas en su contra: es grandote de veras, viejo, no es bonito (seguro que lo fue pero ya no), está enfermo y no oye nada. Pero Polaco tiene muchas cosas a su favor: es el perro más bueno que jamás haya conocido, noble, listo, paciente, cariñoso a más no poder… y ha llegado a ese punto de la vida (por el que los perros también pasan) en el que ya solo le importa lo importante: cobijo, comida, tranquilidad, paseítos y amor.
Cuando llego a casa Polaco ya me saluda moviendo la cola (y solo lleva en mi casa dos días). Si me acerco a él cuando está tumbado se echa de lado y levanta la pata para que le rasque la barriga. Me tumbo a su lado y achucho su cabezota y entonces la apoya en mi regazo. Como no oye nada y ve más bien poco, en la calle va junto a mí, muy cerquita, y si me paro pega su cara a mi muslo. Cuando le preparo la comida no me atosiga, como mi perra o mis gatos: Polaco se tumba y espera. En casa no requiere mi atención, solo se tumba y duerme. No le gustan las largas caminatas, prefiere dar muchos paseos cortitos. Pero le encanta la calle. A Polaco le gustan las caricias de todo el mundo y las busca.


Por delante de las narices de Polaco pasan mis gatos, a veces le bufan y se erizan… Polaco les ignora.
Los cachorros son muy monos, pero la verdad es que no me gustan nada. Hay que educarles (en serio, HAY que educarles), destrozan cosas, necesitan hacer muchísimo ejercicio, no hacen caso, comen cualquier porquería de la calle… y hay que esperar mucho para ver los frutos de tu esfuerzo en su comportamiento. He tenido varios cachorros, a los que he querido mucho, pero son cansinos.
Eso de que son insoportables la gente lo descubre cuando, en verano, después de haber disfrutado del perrito desde las Navidades, deciden que ya no lo quieren y lo abandonan, diciéndoles a sus hijos que el perrito se ha perdido, se ha ido a vivir a una granja o lo que sea.
Por el contrario, los perros viejitos son una maravilla. Son tranquilos y todo amor. Estoy segura de que mi sobrino va a disfrutar muchísimo de Polaco.
A lo largo de mi vida he tomado decisiones buenas y malas. Traer a Polaco ha sido de las mejores.
Polaco ha llegado a mi vida y creo que el único inconveniente es que se irá pronto, pero cuando alguien me plantea qué es preferible, vivir y sufrir o no vivir y no sufrir, yo siempre elijo la vida.

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